lunes, 29 de abril de 2013

AMÉRICA 1. INTRODUCCIÓN



AMÉRICA

1. INTRODUCCIÓN

    El continente americano posee una personalidad muy definida y original, fruto de sus caracteres intrínsecos y de un largo aislamiento histórico, con respecto a los otros continentes. Considerado como un todo, América tiene dos rasgos claramente definitorios, dos características que le son propias: es un continente nuevo y es un continente dual.
AMÉRICA, UN CONTINENTE NUEVO.  América, el único continente que se extiende del Ártico al Antártico, es, además, uno de los de más reciente incorporación a una historia global y europocéntrica.

    Descubierto para el Viejo Mundo en 1492, este Nuevo Mundo, gigantesco y con una población escasa y muy desigualmente repartida, va a convertirse en la meta de millones de emigrantes, el mito de la riqueza, de una nueva vida, la tierra de promisión, durante varios siglos. El poblamiento y la explotación a gran escala de sus inmensos recursos, la ocupación del territorio y el desarrollo económico serán tareas de los hombres de los siglos XIX y XX, por lo que podemos así también hablar de un continente nuevo y unos países jóvenes.

    Si atendemos a este carácter basta con examinar, a manera de ejemplo, el caso de Estados Unidos, que ha pasado de cinco millones de habitantes en 1.800 a 250 millones en 1990.

    América, o las Américas, si consideramos aisladamente cada uno de los dos grandes bloques continentales que la forman, es un continente de muy tardía ocupación humana, pues no parece que las distintas penetraciones de pueblos asiáticos por el Noroeste, y las más dudosas llegadas de polinesios por el Sur, puedan fecharse antes de 100.000 años.

    Por otra parte, y aunque en los dos grandes focos de México-Yucatán y del Perú se llegaron a desarrollar civilizaciones de gran importancia y complejidad, con un nivel artístico, arquitectónico e incluso científico de primera magnitud, desde el punto de vista de los caracteres de la civilización actual americana, no hay duda de que América es el resultado de una empresa colonizadora sin precedentes en la historia, tanto por su volumen como por su duración y heterogeneidad de pueblos y concepciones que la nutrieron.

    Si exceptuamos Oceanía, cuya aportación es mínima, en distintos momentos y con carácter muy diferente a Europa, mater principal de la colonización, África, con sus emigrantes forzados, esclavos, y Asia, con su aportación primigenia y con la muy reciente del último siglo, han supuesto, junto al sustrato demográfico autóctono, las fuentes que han dado lugar a un continente sumamente heterogéneo: América.

    El carácter de nuevo con que se denomina a este continente hace referencia a los continentes que, con un criterio exclusivo, conformaron la historia hasta el siglo XIV. Bajo esta órbita el centro de la civilización, de la historia en un sentido muy amplio, se radica en una estrecha franja que comprendería el Mediterráneo oriental (Roma y Grecia), Noroeste de África (Egipto) y el Creciente Fértil (Mesopotamia, Persia), donde incluso grandes civilizaciones como las de la India y China aparecen como marginales, todo ello bajo la óptica y el canon europocéntrico, acuñado a partir de los griegos, que separan el mundo civilizado del de las zonas circundantes con el término cada vez más peyorativo de bárbaros.

    Pero no sólo con respecto a Europa y a los otros continentes resulta América un continente nuevo. Lo es per se, pues su formación es reciente o incluso inacabada.

    En apoyo de tal idea podemos citar, desde un punto de vista geológico, la gran actividad telúrica que muestra, especialmente a través de los seísmos y los volcanes. Toda la fachada del Pacífico aparece así orlada de un sinfín de volcanes, especialmente significativos en lo que se refiere a América Central. El gran vulcanólogo francés Haroun Tazieff denominó a esta zona como «el boulevard de los volcanes».

    Si dando un enorme salto, cronológico y temático, pasásemos a utilizar otros criterios como los del poblamiento, la ocupación del territorio, nuevamente veríamos subrayada la idea de «nuevo».

    Todavía quedan inmensas zonas en densidades bajísimas, auténticos desiertos humanos, por culpa casi siempre de unas difíciles condiciones naturales o histórico políticas.

    Así, el extremo Norte del continente, territorios cercanos al Ártico como Alaska, Norte de Canadá, Groenlandia e islas adyacentes, como también el extremo meridional de América del Sur, en este caso próximo a la Antártida, presenta unos caracteres climáticos claramente limitativos o dificultadores de una presencia humana fija y numerosa.

    Del mismo modo, las altas cumbres que suponen la gran cadena montañosa que recorre el occidente de América, del Ártico al Antártico, es otra barrera climática, cuyos límites han sido arañados por diversas culturas y pueblos, especialmente en el área del Perú.

    Por otra parte, los grandes bosques tanto boreales como la taiga canadiense al Norte y la selva amazónica en América del Sur no han sido un área favorable para la ocupación humana, por lo que sólo los grupos indígenas o en las zonas mejor comunicadas aparece una notable presencia humana.

    También podemos apreciar el carácter de novedad en otros aspectos. Si a algunos de los países americanos se les aplica el apelativo de nuevos por su poblamiento reciente (Canadá, Estados Unidos, Brasil, Argentina...), prácticamente a todos los del continente se les puede aplicar desde un punto de vista político.

    En efecto, con una historia propia, más o menos importante en la etapa precolombina, y tras el período colonial, estos países se han constituido en Estados independientes en fecha bastante reciente. Estados Unidos, que han sido los primeros en lograrlo, lo han hecho a finales del siglo XVIII y la mayor parte de los países de colonización hispánica en el primer tercio del XIX, pero otros como Canadá, Panamá o Cuba lo hacen a finales del XIX o principios del XX y la mayor parte de las Antillas se han independizado en los últimos 30 años, quedando todavía algunas muestras de esa presencia colonial.

    Nuevos territorios, nuevas especies vegetales y animales, nuevos cultivos, nuevas ciudades, nuevos pueblos; sin duda, América es un continente nuevo.

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