lunes, 3 de junio de 2013

AMÉRICA. UNIDAD Y DIVERSIDAD DE UN CONTINENTE


AMÉRICA. UNIDAD Y DIVERSIDAD DE UN CONTINENTE.  América es un continente dual. Desde un punto de vista meramente físico se aprecia claramente. Visto desde una óptica planetaria aparece como dos grandes unidades continentales, América del Norte y del Sur; dos bloques enlazados por un istmo, América Central, y un rosario de islas, la Antillas.

    Desde un punto de vista humano, histórico, cultural, económico, político y lingüístico se configura nuevamente en dos unidades: las Américas. Sin duda, los elementos de diversidad son más numerosos e incluso más importantes que los de unidad, pero tampoco faltan éstos mismos.

    Uno de los rasgos de unidad más claros es el de su aislamiento con respecto al resto de los continentes. Aunque no presenta este carácter con criterios tan marcados como los que se dan en Oceanía, es evidente ese aislamiento, tanto desde un punto de vista físico como humano.

    América queda separada de Europa y África por el océano Atlántico, y de Asia y Oceanía por el océano Pacífico. El mar no tiene por qué ser un impedimento absoluto, pero se trata de los dos océanos más grandes del planeta y han significado una barrera real durante mucho tiempo.

    Por otra parte, la propia forma del continente, muy alargada, con una forma de huso en América del Sur y muy ancha en América del Norte, pero en ambos casos con un carácter bastante compacto y macizo, no favorece los contactos. De hecho, el puente de América Central y la Antillas es, geológicamente, de formación reciente, por lo que ambos bloques, Norte y Sur, han estado separados y con una evolución independiente hasta hace poco.

    Por encima de estas dificultades podemos encontrar algunos caracteres unitarios, especialmente los físicos. América presenta una entidad estructural bien definida. Al Norte y Nordeste de cada uno de los dos subcontinentes aparecen los escudos arcaicos, los bloques primigenios, de rocas más antiguas: escudo canadiense y escudos brasileño y de las Guayanas.

    En el Este se formaron las cordilleras primitivas, las montañas viejas de la era Primaria, como consecuencia de la orogenia herciniana. Son los Apalaches en América del Norte y los planaltos del Brasil.

    El Oeste se ve accidentado por las montañas jóvenes, que originadas en el Terciario por la orogenia alpina constituyen las montañas Rocosas y los Andes, como cordilleras más importantes, y suponen la máxima elevación del continente.

    El espacio central, comprendido entre las nuevas y viejas montañas, es el dominio de las Grandes Llanuras, así llamadas en Canadá y Estados Unidos y Llanos de Venezuela, depresión amazónica, el Chaco y la Pampa argentina en América del Sur.

    Del mismo modo también se aprecian semejanzas hidrográficas, aunque algo matizadas, y también desde el punto de vista demográfico, como es la llegada a este continente de un importante grupo de trabajadores forzados, esclavos negros llevados desde África para trabajar en las dos Américas. En América del Norte estos esclavos son llevados desde el siglo XVII hasta mediados del XIX, para trabajar en el Sur, en los grandes predios del algodón.

    En América del Sur, Brasil y las Antillas son los principales enclaves que reciben este contingente, ya desde el siglo XVI, para trabajar tanto en la agricultura como en la minería. Sin embargo, domina sobre todo la diversidad, la heterogeneidad.

    Tenemos diversidad climática y de dominios vegetales, ya que el subcontinente septentrional se encuentra por encima del trópico de Cáncer, en tanto que el meridional queda dividido en dos por el ecuador. Además, las corrientes marinas que bañan cada uno de ellos son diferentes y diferente por tanto su incidencia en el clima: el Labrador (fría) y corriente del Golfo (cálida) en la costa del Atlántico y Deriva Nordpacífica (cálida) y California (fría) en el Pacífico en América del Norte. Sudecuatorial (cálida) y Malvinas (fría) en el Atlántico, Humboldt (fría) en el Pacífico en América del Sur.

    Otro tipo de diversidad es la del sustrato indígena y de la colonización. La población india, en conjunto, no supuso nunca unas cifras muy elevadas, pero con todas sus variantes sí que llegó a una cantidad muy importante en las áreas de los dos grandes imperios existentes a la llegada de los españoles: México y Perú.

    Fuera de estas zonas la densidad era muy reducida y no existían organizaciones socio-políticas muy complejas o que dominasen un ámbito territorial extenso.

    Así, en estas áreas se tiene que producir la conquista por las armas, mientras las zonas vacías o semidespobladas serán simplemente ocupadas, en distintas épocas y con un grado diferente de presencia europea.

    En cuanto a la colonización existen cuatro países que desarrollan este cometido:

    - Los españoles, primeros colonizadores de América, desde finales del siglo XV y con unas características jurídicas que quedan definidas hacia 1520. Viene a ser, jurídicamente, una prolongación de la Reconquista, con repartimientos de tierras y encomiendas, origen de los grandes latifundios que llegan hasta la actualidad. Su ámbito de actuación es México, América Central y Antillas y casi toda América del Sur.

    - Los ingleses, que por motivos políticos, económicos, ideológicos y religiosos se instalarán en las Trece Colonias, embrión de Estados Unidos. El desenvolvimiento de cada una de ellas es peculiar, recibiendo la impronta del grupo humano que la colonizó. En cualquier caso, su carácter político y religioso, su apertura a nuevos grupos de emigrantes, la pronta independencia, la existencia de un enorme espacio rico y semivacío, serán, entre otros, aspectos que justifican su velocísimo desarrollo demográfico y económico. Su área principal serán Estados Unidos y Canadá, y de menos importancia Belice, las Antillas y Guyana.

    - Los portugueses, casi coetáneos de los españoles y con unos rasgos coloniales parecidos, centrados en un solo pero inmenso país: Brasil.

    - Los franceses, centrados en la zona oriental de Canadá, que no han realizado una política colonizadora decidida, de tal modo que su presencia en Canadá es limitada por la ocupación inglesa, y sus intentos en la Luisiana, a partir de Nueva Orleans, tampoco llega a buen término. También tienen posesiones en las Antillas y en la Guyana.

    Otros grupos como daneses y holandeses tienen menor importancia, con enclaves, como Groenlandia en el primer caso y Surinam y Antillas holandesas en el segundo.

    También, desde un punto de vista demográfico, cabe citar el distinto comportamiento de los pobladores, pues en tanto que las áreas de colonización ibérica, española y portuguesa muestran un gran mestizaje, fruto de la combinación de indios, europeos, negros y, en menor proporción, asiáticos, las zonas anglosajonas, a pesar de tener en algunos casos un gran número de población no europea, raramente muestran ese mestizaje, es decir, se trata más de una superpoblación o yuxtaposición de pueblos y razas que de una mezcla de ellas.

    Otro aspecto demográfico es también claramente distinto en las dos Américas y es la estructura y dinámica de su población.

    En efecto, la América del Norte, desarrollada, anglosajona y mayoritariamente blanca, tiene una población envejecida, con una elevada esperanza de vida y unos movimientos naturales muy débiles, cuando menos, como se puede apreciar en el cuadro 1, referido a 1986 y 1987 (% ).

    Por el contrario, la América al Sur del río Grande presenta unos movimientos mucho más vivos, con un incremento natural de la población, en general, elevado, lo que da lugar a una población muy joven y con un elevado índice de dependencia de la población, con sus fuertes repercusiones sociales, económicas y políticas.

    Los aspectos económicos de estas dos Américas están igualmente a una gran distancia, tanto por su actividad, sistemas económicos y desarrollo tecnológico como por su significación y su posición respectiva en las relaciones que entre ambas existen.

    En efecto, América del Norte, y más concretamente Estados Unidos, se ha convertido en la gran metrópoli económica de todo el continente, sustituyendo a las potencias coloniales y a las potencias económicas (Gran Bretaña, Alemania, Francia), a las que desplazó, aprovechando la situación creada por las dos guerras mundiales, hasta convertirse en la potencia hegemónica del continente.

    Frente a ella, la dependencia económica, tecnológica, comercial y financiera de la llamada América Latina es muy acusada y repercute en todos los aspectos, ya sea económicos o culturales, sociales, etc.

    América del Norte posee un elevadísimo grado de desarrollo económico (17.500 dólares de renta per cápita en 1986 en Estados Unidos y 14.100 dólares en Canadá) frente a la debilidad económica y subdesarrollo de América Latina (500 dólares en Guyana, 540 dólares en Bolivia). La primera pertenece al primer mundo, capitalista y rico, y América Latina al tercer mundo, el de los países subdesarrollados.

    También se pueden observar las diferencias en otros aspectos de la economía (realmente en todos): industria y servicios frente a agricultura, economía del ocio y del bienestar frente a economía de subsistencia.

    Incluso tomando una sola de las actividades económicas como la agricultura podemos observar las diferencias. La agricultura norteamericana es una agricultura desarrollada, muy tecnificada y especializada. Selección de semillas, abonado, mecanización, adecuadas redes de comercialización configuran una actividad de grandes rendimientos. Toda esa actividad y una estructura industrial ha convertido el campo en una fábrica de productos agrarios, hasta situar a Estados Unidos a la cabeza del mundo, junto a la U.R.S.S. y China, en la producción agraria.

    Frente a ello, Iberoamérica posee una agricultura dual: agricultura comercial, de plantación, muy desarrollada técnicamente, pero enteramente dependiente de los países compradores (centrada en cultivos como el café, algodón, frutas, etc.) y agricultura de subsistencia y autoconsumo, a veces con caracteres muy primitivos como la agricultura itinerante de rozas (ladang, milpa o sistema de tumba y quema), que consiste en talar el bosque, quemarlo y sobre las cenizas sembrar las semillas.

    Estas diferencias también se pueden apreciar por el volumen de población dedicada a la agricultura (1986).

    Por último, y aunque se pueden apreciar otros rasgos de contraste, basta observar el desarrollo socio-político de la etapa poscolonial, que ha ido ahondando y desarrollando el sistema democrático en América del Norte, frente a la turbulencia, etapas dictatoriales, guerras civiles, golpes de Estado, etc., tan característicos de la América Latina, con raras excepciones.

Fuente: Enciclopedia Lafer

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