AMÉRICA. UNIDAD Y DIVERSIDAD DE UN
CONTINENTE. América es un continente
dual. Desde un punto de vista meramente físico se aprecia claramente. Visto
desde una óptica planetaria aparece como dos grandes unidades continentales,
América del Norte y del Sur; dos bloques enlazados por un istmo, América
Central, y un rosario de islas, la
Antillas.
Desde un punto de vista humano, histórico, cultural, económico, político
y lingüístico se configura nuevamente en dos unidades: las Américas. Sin duda,
los elementos de diversidad son más numerosos e incluso más importantes que los
de unidad, pero tampoco faltan éstos mismos.
Uno
de los rasgos de unidad más claros es el de su aislamiento con respecto al
resto de los continentes. Aunque no presenta este carácter con criterios tan
marcados como los que se dan en Oceanía, es evidente ese aislamiento, tanto
desde un punto de vista físico como humano.
América queda separada de Europa y África por el océano Atlántico, y de
Asia y Oceanía por el océano Pacífico. El mar no tiene por qué ser un
impedimento absoluto, pero se trata de los dos océanos más grandes del planeta
y han significado una barrera real durante mucho tiempo.
Por
otra parte, la propia forma del continente, muy alargada, con una forma de huso
en América del Sur y muy ancha en América del Norte, pero en ambos casos con un
carácter bastante compacto y macizo, no favorece los contactos. De hecho, el
puente de América Central y la
Antillas es, geológicamente, de formación reciente, por lo
que ambos bloques, Norte y Sur, han estado separados y con una evolución
independiente hasta hace poco.
Por
encima de estas dificultades podemos encontrar algunos caracteres unitarios,
especialmente los físicos. América presenta una entidad estructural bien definida.
Al Norte y Nordeste de cada uno de los dos subcontinentes aparecen los escudos
arcaicos, los bloques primigenios, de rocas más antiguas: escudo canadiense y
escudos brasileño y de las Guayanas.
En
el Este se formaron las cordilleras primitivas, las montañas viejas de la era
Primaria, como consecuencia de la orogenia herciniana. Son los Apalaches en
América del Norte y los planaltos del Brasil.
El
Oeste se ve accidentado por las montañas jóvenes, que originadas en el
Terciario por la orogenia alpina constituyen las montañas Rocosas y los Andes,
como cordilleras más importantes, y suponen la máxima elevación del continente.
El
espacio central, comprendido entre las nuevas y viejas montañas, es el dominio
de las Grandes Llanuras, así llamadas en Canadá y Estados Unidos y Llanos de
Venezuela, depresión amazónica, el Chaco y la Pampa argentina en América del Sur.
Del
mismo modo también se aprecian semejanzas hidrográficas, aunque algo matizadas,
y también desde el punto de vista demográfico, como es la llegada a este
continente de un importante grupo de trabajadores forzados, esclavos negros
llevados desde África para trabajar en las dos Américas. En América del Norte
estos esclavos son llevados desde el siglo XVII hasta mediados del XIX, para
trabajar en el Sur, en los grandes predios del algodón.
En
América del Sur, Brasil y las Antillas son los principales enclaves que reciben
este contingente, ya desde el siglo XVI, para trabajar tanto en la agricultura
como en la minería. Sin embargo, domina sobre todo la diversidad, la
heterogeneidad.
Tenemos diversidad climática y de dominios vegetales, ya que el
subcontinente septentrional se encuentra por encima del trópico de Cáncer, en
tanto que el meridional queda dividido en dos por el ecuador. Además, las
corrientes marinas que bañan cada uno de ellos son diferentes y diferente por
tanto su incidencia en el clima: el Labrador (fría) y corriente del Golfo
(cálida) en la costa del Atlántico y Deriva Nordpacífica (cálida) y California (fría)
en el Pacífico en América del Norte. Sudecuatorial (cálida) y Malvinas (fría)
en el Atlántico, Humboldt (fría) en el Pacífico en América del Sur.
Otro
tipo de diversidad es la del sustrato indígena y de la colonización. La
población india, en conjunto, no supuso nunca unas cifras muy elevadas, pero
con todas sus variantes sí que llegó a una cantidad muy importante en las áreas
de los dos grandes imperios existentes a la llegada de los españoles: México y
Perú.
Fuera de estas zonas la densidad era muy reducida y no existían
organizaciones socio-políticas muy complejas o que dominasen un ámbito
territorial extenso.
Así,
en estas áreas se tiene que producir la conquista por las armas, mientras las
zonas vacías o semidespobladas serán simplemente ocupadas, en distintas épocas
y con un grado diferente de presencia europea.
En
cuanto a la colonización existen cuatro países que desarrollan este cometido:
-
Los españoles, primeros colonizadores de América, desde finales del siglo XV y
con unas características jurídicas que quedan definidas hacia 1520. Viene a
ser, jurídicamente, una prolongación de la Reconquista , con
repartimientos de tierras y encomiendas, origen de los grandes latifundios que
llegan hasta la actualidad. Su ámbito de actuación es México, América Central y
Antillas y casi toda América del Sur.
-
Los ingleses, que por motivos políticos, económicos, ideológicos y religiosos
se instalarán en las Trece Colonias, embrión de Estados Unidos. El
desenvolvimiento de cada una de ellas es peculiar, recibiendo la impronta del
grupo humano que la colonizó. En cualquier caso, su carácter político y
religioso, su apertura a nuevos grupos de emigrantes, la pronta independencia,
la existencia de un enorme espacio rico y semivacío, serán, entre otros,
aspectos que justifican su velocísimo desarrollo demográfico y económico. Su
área principal serán Estados Unidos y Canadá, y de menos importancia Belice,
las Antillas y Guyana.
-
Los portugueses, casi coetáneos de los españoles y con unos rasgos coloniales
parecidos, centrados en un solo pero inmenso país: Brasil.
-
Los franceses, centrados en la zona oriental de Canadá, que no han realizado
una política colonizadora decidida, de tal modo que su presencia en Canadá es
limitada por la ocupación inglesa, y sus intentos en la Luisiana , a partir de
Nueva Orleans, tampoco llega a buen término. También tienen posesiones en las
Antillas y en la Guyana.
Otros grupos como daneses y holandeses tienen menor importancia, con
enclaves, como Groenlandia en el primer caso y Surinam y Antillas holandesas en
el segundo.
También, desde un punto de vista demográfico, cabe citar el distinto
comportamiento de los pobladores, pues en tanto que las áreas de colonización
ibérica, española y portuguesa muestran un gran mestizaje, fruto de la
combinación de indios, europeos, negros y, en menor proporción, asiáticos, las
zonas anglosajonas, a pesar de tener en algunos casos un gran número de
población no europea, raramente muestran ese mestizaje, es decir, se trata más
de una superpoblación o yuxtaposición de pueblos y razas que de una mezcla de
ellas.
Otro
aspecto demográfico es también claramente distinto en las dos Américas y es la
estructura y dinámica de su población.
En
efecto, la América
del Norte, desarrollada, anglosajona y mayoritariamente blanca, tiene una
población envejecida, con una elevada esperanza de vida y unos movimientos
naturales muy débiles, cuando menos, como se puede apreciar en el cuadro 1,
referido a 1986 y 1987 (% ).
Por
el contrario, la América
al Sur del río Grande presenta unos movimientos mucho más vivos, con un
incremento natural de la población, en general, elevado, lo que da lugar a una
población muy joven y con un elevado índice de dependencia de la población, con
sus fuertes repercusiones sociales, económicas y políticas.
Los
aspectos económicos de estas dos Américas están igualmente a una gran
distancia, tanto por su actividad, sistemas económicos y desarrollo tecnológico
como por su significación y su posición respectiva en las relaciones que entre
ambas existen.
En
efecto, América del Norte, y más concretamente Estados Unidos, se ha convertido
en la gran metrópoli económica de todo el continente, sustituyendo a las
potencias coloniales y a las potencias económicas (Gran Bretaña, Alemania,
Francia), a las que desplazó, aprovechando la situación creada por las dos
guerras mundiales, hasta convertirse en la potencia hegemónica del continente.
Frente a ella, la dependencia económica, tecnológica, comercial y
financiera de la llamada América Latina es muy acusada y repercute en todos los
aspectos, ya sea económicos o culturales, sociales, etc.
América del Norte posee un elevadísimo grado de desarrollo económico
(17.500 dólares de renta per cápita en 1986 en Estados Unidos y 14.100 dólares
en Canadá) frente a la debilidad económica y subdesarrollo de América Latina
(500 dólares en Guyana, 540 dólares en Bolivia). La primera pertenece al primer
mundo, capitalista y rico, y América Latina al tercer mundo, el de los países
subdesarrollados.
También se pueden observar las diferencias en otros aspectos de la
economía (realmente en todos): industria y servicios frente a agricultura,
economía del ocio y del bienestar frente a economía de subsistencia.
Incluso tomando una sola de las actividades económicas como la
agricultura podemos observar las diferencias. La agricultura norteamericana es
una agricultura desarrollada, muy tecnificada y especializada. Selección de
semillas, abonado, mecanización, adecuadas redes de comercialización configuran
una actividad de grandes rendimientos. Toda esa actividad y una estructura
industrial ha convertido el campo en una fábrica de productos agrarios, hasta
situar a Estados Unidos a la cabeza del mundo, junto a la U.R .S.S. y China, en la
producción agraria.
Frente a ello, Iberoamérica posee una agricultura dual: agricultura
comercial, de plantación, muy desarrollada técnicamente, pero enteramente
dependiente de los países compradores (centrada en cultivos como el café,
algodón, frutas, etc.) y agricultura de subsistencia y autoconsumo, a veces con
caracteres muy primitivos como la agricultura itinerante de rozas (ladang,
milpa o sistema de tumba y quema), que consiste en talar el bosque, quemarlo y
sobre las cenizas sembrar las semillas.
Estas diferencias también se pueden apreciar por el volumen de población
dedicada a la agricultura (1986).
Por
último, y aunque se pueden apreciar otros rasgos de contraste, basta observar
el desarrollo socio-político de la etapa poscolonial, que ha ido ahondando y
desarrollando el sistema democrático en América del Norte, frente a la
turbulencia, etapas dictatoriales, guerras civiles, golpes de Estado, etc., tan
característicos de la
América Latina , con raras excepciones.
Fuente: Enciclopedia Lafer
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